Vientos cambiantes
Como la voz temblorosa
De esa mujer absoluta
Una mujer incierta, devuelta
Por la espuma una tarde
Esa tarde casi comida por la noche
Por la noche crujiente de arenas
suaves y caprichosas.
Esas arenas que desprecian las huellas
De los amantes
Y los castillos de los niños.
Por el borde caliente de la cuchilla
La cuchilla que quema
Esa maravilla de cantar una botella
De cantarla en tus ojos que suspiran
Permisos delicados y frutales.
La cansada cuesta de suspiros
que recuerdan los ardores del dolor.
Los rencores del pedir, del deseo
Abierto y herido, del ansia de desaparecer
Allí dentro. Y seguir, hasta perderme.
1 comentario:
Me enacntó tu poema Ariel, que bueno leerte. Saludos!
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