domingo, enero 12, 2014

Meditación


Meditación

Ahora que aprendo
Sigo respirando lento
Y de prestado y apenas
se cuela un ángel. Me acuesto
Y me sigue una sombra aérea,
a veces, fugante.
De vez en cuando me ilumino
y en un aliento, recuerdo un perfume
o huelo un viento.
Pero más son los días de paseo, en el monte de eucaliptos viejos
Ajados y cansados
Que sé que me quieren.
Que me han visto correr entre ellos, subirme a sus alas verdes y
Olorosas. Que siempre reciben mis silencios,
Con sus pestañas rumorosas.
Y me silban que
Ya está bien.
Que ya saben
cuánto me importa.
Y cómo será y siempre así,
Siempre para siempre.

Otra vez, respiro.

jueves, enero 09, 2014

Foto

Niño, nene, nenito triste y cercano. Niño escondido entre las chapas. Clavo en el zapato, diente de tierra, de piedra. De asfalto, de calles encharcadas y barrosas. Ojos abiertos y ciegos, oídos negados de cuentos Jesus! Si pienso y pienso el amor que espera cada día Encerrado en cajas de concreto, en abrazos solitarios y esperanzados Y saber que no. Que seguirá corriendo La carrera, el juego deshonroso de sobrevivir. Solo el horror es mayor que la angustia, que el desgarro. Caminatas de sombras. Nieblas de sueños que apagan el hombre. Gritos que mandan, puños que aprietan, ordenan. Y matan Si solo fuera feo. Es peor. Es desesperante, es la derrota de todo futuro. Es la impotencia de darse cuenta que, a pesar de todo, es peor cada día.

god

God. Escribí “God”, en la ventana. Así, en inglés. Cuelgo muchas cosas de la ventana. Debe ser una manera de querer que sepan como estoy. A veces cuelgo calzoncillos, otras cosas más sofisticadas, una carta, una bata de seda, un poema. Muchas veces he colgado cosas con ilusión y esmero, y eso no recibe ni una mirada. Cosas intrascendentes, se convierten escándalo. Nunca entenderé la ventana, o jamás entenderé a la gente. Esa tarde, en el vidrio empañado de una noche de helada, colgué “God”. Pude haber escrito “Dios” u “Oh, Dios!”. Pero no. Lo dije así, con el dedo, y en inglés, como quien suelta un suspiro, mitad alivio, mitad renuncia. Diosssss, con esa ese sibilante final, en español, se me hace claudicante, más “abajo”. La ventaja de los monosílabos sajones es que se hacen más carne en las emociones. Dije “God” y solté el aire, y la bronca. Y aflojé el cuello, dando por terminado el día, o la noche, ya no recuerdo. O no me importa. Dije “God” como quien se recuesta en el hombro de una mujer y se deja ir. Fue un acto reflejo, y no esperaba respuesta. Pero hubo. Casi instantánea, como los milagros que El puede. En inglés y en español. En el idioma que sepas, o el que quieras. Hay un idioma ligado a las emociones, que habita en mí. Y siento, quizá traicionando mi lengua, mas no a aquéllas, que no es lo mismo decir “te quiero”, que “ti voglio”. Entre una expresión y la otra, hay kilómetros de fuego y volcanes de distancia, recorridas a doscientos por hora en Ferraris furiosos, como labios apretados en combustión permanente, salpicados de vinos de terciopelo y soles de fábula. Se puede decir, “querida”, pero no es igual a decir “habibi”, como quien acaricia una mejilla tornasolada de aceitunas maduras, o saborea un baclava, dejando el almíbar en la punta de los dedos, para llevárselo a los labios en tres, cuatro o cinco besos. O pedir: “no te vayas, no me dejes”, no tiene nada que ver con mirar de frente, cara a cara, y rogar “ne me quittes pas”, jurando que te reducirás a la nada, que serás la sombra de su sombra, la sombra de su perro, la sombra de su mano. Pienso en Brel (y en una o dos personas más) y lo hago en francés.

Aire

Aire Sordo hierro hundido en el asfalto Unas vía secas del fantasma o Acaso la memoria del tranvía. Me encienden. Un ruido como aire. Aire Siento que puedo terminar ahí, morir. De rodillas, en mi cama No puedo gritar, no tengo lugar. Algo trepa desde abajo, desde el fondo de adentro Inunda la garganta, la quema. Flexiono el abdomen. La desesperación avanza. Me aprisiona los músculos. Trato de pensar. Esto ya ocurrió. Toso. Sólo que hoy es más fuerte, o más largo? Sostengo la respiración. Sé que el aire de todos modos no llegará. Cuánto podré soportar esta vez? Cuándo perderé la lucidez? Me sigo moviendo, tratando de desbloquear la tráquea, o los bronquios. Toso. Duele, mucho. Arde un ácido incinerante. Finalmente, respiro.