domingo, diciembre 31, 2006

A Jorge Poccard






A Jorge.

Hoy, tarde, como suele ocurrir con estas cosas, me enteré que mi padrino Jorge había fallecido
Me hubiera gustado saludarlo. Desearle buen viaje.
Un viaje que él siempre imaginó. Una travesía para la que se preparó toda la vida.
Jorge era mi padrino de confirmación, el sacramento que los católicos dedicamos a refirmar nuestra fe, protestada originalmente en nuestra representación por nuestros padrinos de bautismo.
No fue una elección al azar. Jorge era un verdadero custodio de las almas que se le confiaban, de las que se le aparecían en la vida.
Nunca dejaba de dar, aunque sea por un minuto, un pequeño testimonio de su fe, de la suya, que era la de los dos, y de su profunda devoción.
No compartí demasiado tiempo con él.
Teníamos círculos diferentes, mundos apartados, en la edad, en lo social, en lo geográfico. También, debo reconocer, en lo espiritual, sobrepasaba en mucho mi predisposición a tan superiores tareas.
Una especie de santo en vida, su vida terrenal fue dura. Esforzada. Llena de desencantos que é tomaba con una paciencia y naturalidad que sólo quien confía ciegamente en la Divina Providencia podía tener.
A pesar del poco tiempo que pudimos pasar juntos, me enseñó algo que nunca olvidaré:
Encontró una manera de rezar mejor.
Rezaba mucho, y por todos, pero encontró la manera de sublimar el rezo, en la poesía.
Delicadas y certeras estrofas, ardientes llamados y regalos a Dios, a la Virgen, y a los Santos.
Bien dice que quien reza cantando, reza dos veces. Pues en sus versos mi padrino llegaba al corazón de los más ineptos, de los mas desprevenidos, porque ése es el don de la poesía. Ser el camino hacia los corazones más delicados. El de los más sufridos. El de los solitarios y los olvidados. Los verdaderos pobres de espíritu.
Sin saberlo, o quien sabe, todo lo contrario, me enseño ése camino como uno que yo podía usar cuando me fuera necesario, a mi modo. Así lo hice, y fue una gloria.
Seguramente fue un caso de plegarias atendidas.
Que estas líneas sean entonces mi saludo. Un agradecimiento y un pedido. Para que desde donde estés, sigas intercediendo por nosotros.
Hasta vernos!


Ariel (h).

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