domingo, junio 25, 2006

El 1 y el 2

El 1 y el 2.


El Uru lo contó despacio, con detalles, como hacen los uruguayos, tomándose el tiempo para todo.
Ya promediaba la comida, y habíamos dado cuenta de un par de buenos tintorros. Así, que, como cada jueves, la conversa se puso más intensa, más personal. Sobre todo, en noches como ésa, en las que no está el Pescado, que nos divierte por sí solo. Ahí es donde, a falta de Guille, sacamos a relucir nuestra mejor faceta para contar historias.

Una vuelta, dijo, mi padre, que ya falleció, estaba en Buenos Aires.
Estaba separado de mi madre, desde hacía años. Yo tendría, no se, ponéle 19 ó 20.
Y el viejo era de temer…. No paraba el loco. Y tenía unos líos con las minas fenomenales.
Y me llama , avisándose que estaba acá, en Buenos Aires y que no llegaba a tiempo a Uruguay. El, por esos días, vivía entre Montevideo y Buenos Aires, por cuestiones de laburo. Te estoy hablando de hace 20 años, más o menos.
Y me dice, mira, negro, yo estoy con problemas acá, y me voy a quedar hasta el miércoles.
Me acuerdo que era un Viernes.
También me acuerdo que en esa época mi hermano, estaba casado, y el suegro estaba muy mal, con problemas de circulación. Trombosis viste, en una gamba, y lo atendían en Buenos Aires.
Y el viejo, un poco con esa excusa, por temas de trabajo, y seguramente tendía también algún tiroteo en mente, me dice, mirá, me tenés que hacer un favor, dijo en el teléfono.
Andate hasta lo de Martita, y avisale, que yo hasta el jueves no vuelvo. Que tengo problemas con el trabajo, y que voy a estar cerca de Lucho . (Lucho era el suegro de mi hermano, el de la trombosis).

La cosa me venía bastante acomodada. Mi hermano me pidió que lo llevara a Carrasco, para tomar el vuelo a Buenos Aires, porque quería verlo al suegro. A mi me venía fenómeno, porque aprovechando que andaba en el auto de la suegra, ya tenia la mitad del camino hecho para Atlántida.
.
Me dice, no te hagas el loco, me dejás, y te vas a guardar el auto ya, no te vas a andar haciendo el loco en este auto, eh?
Vos fumá!, le dije. Y así como lo deje, salí disparado en ese mismo auto para Atlántida, Mirá si voy a andar haciendo el camino de ida y vuelta tantas veces.
Estaba escrito que esa noche, andaba con alma de cagador!

Yo a Martita no la conocía. Así que me mandé, y llegue el viernes a la noche, ponele mas o menos a la hora de cenar.
Cuando la vi, me sorprendi un poco, era bastante más joven de lo que me hubiera imaginado, y no estaba nada mal. Era cajera del supermercado, y no me llevaria mas de 5 años. Míralo al tata!
Le pase el recado del viejo, tal como lo habia pedido. La mina, no demostró emoción ninguna, muy bicha la tipa.
Es tarde, me dijo, querés cenar?.
Comimos, muy bien, y tomamos un rico vino, y charlamos
Me levante, para ayudarle con los platos, y emprender la retirada, que a esa altura, me parecía como prudente.
Te querés quedar?. No vas a andar por ahí a esta hora.
Me di vuelta, y en menos de lo que tarde en soltar la esponja con el detergente nos estábamos besando.

Me desperté con el desayuno en la cama.

Volví como si nada a Montevideo.
El jueves, ya en casa, aparece el viejo.

Me miró fijo, serio.
Y me sostuvo la mirada como solamente un padre se la puede sostener a un hijo, sin decir nada.
Se mantuvo un silencio que se cortaba con navaja.

Finalmente, y sin que se le moviera un músculo, susurró: “Sólo te digo una cosa…. En esa casa, yo, tengo el 1, y vos….. el 2.!
Y se dio media vuelta y se fue.

No nos dijo el Uru si volvió a ver a Martita.

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